Liderazgo basado en miedo… ¿Funciona?

La situación política y económica en nuestro país nos genera tiempos críticos  en las empresas y un escenario propicio para que aparezcan formas de dirección autoritarias y despóticas que creíamos superadas.

El razonamiento es claro: la presión es la única manera de que la gente rinda al 100%; para que den lo mejor de sí mismos, se necesita según ellos cierto nivel de presión para tensionar a la gente, para que así sean conscientes de que deben implicarse más que nunca, siendo esta la única forma eficaz para ellos de lograr el máximo esfuerzo de los demás, o de todo el mundo sin descanso, o la empresa se ahoga.

Es cierto que en estos tiempos las organizaciones necesitan que todo el mundo de lo mejor de sí mismo, que se impliquen al máximo y que pueda llegar a ser cierto que un nivel de presión ayude a conseguirlo, pero con extrema facilidad se pasa de la presión al miedo y ahí está el error; el miedo es un mal sistema para hacer que la gente se involucre. El miedo no estimula, porque el miedo, por encima de todo paraliza, y nadie que sea presa del miedo es capaz de dar ni de lejos lo mejor.

Es cierto que las emociones están al inicio y al final de todos los proyectos y de todos los mecanismos de decisión. Y cuando estas emociones toman la forma de miedo, lo que ocurre es que en nuestras decisiones comenzamos a perder la confianza y a dudar. Dudamos de todo hasta de lo que hacíamos de forma automática, de las decisiones que tomábamos por instinto fruto de nuestra experiencia y profesionalismo; las emociones son parte crucial en este proceso, las decisiones no dependen únicamente de la razón sino de un diálogo interno permanente entre razón y emoción.

Si en este diálogo nos encontramos secuestrados por un sentimiento asfixiante, las decisiones más insignificantes  se vuelven imposibles de tomar, o puede ser también que empujados por la presión hagamos cosas sin mucho sentido y que obligados a tomarlas cometamos todo tipo de errores, que nademos de la forma que sea en nuestra organización pero sin tener claro a donde vamos, ni por qué motivo.

Lo que está claro es que el miedo nos inhabilita para dar lo mejor de nosotros mismos, nuestra capacidad de percepción disminuye y como consecuencia nuestras decisiones son peores.

Si estas son las consecuencias ¿Por qué algunos jefes siguen creando ambientes de miedo? La respuesta es sencilla: por miedo. Son muchos los directivos que sienten en su propia piel el miedo de perder su trabajo o su empresa.

Tienen más presente los peligros que las oportunidades y tienen dificultades para tomar lo que debería ser su rol: evitar que la presión se multiplique que derive en miedo y que se trasmita al  resto de la organización.

La alternativa existe, pero exige una serenidad profunda. En estos momentos críticos como los actuales, se necesitan nuevos enfoques a los problemas, se necesita una alta dosis de inteligencia colectiva y cooperación. Y esto solo sucede bajo un liderazgo inspirador y un ambiente de confianza. En un ambiente en el que la gente se sienta reconocida y querida.

Necesitamos que la gente exprima todo su potencial, las personas con buen humor son mejores que las irritables y deprimidas a la hora de resolver problemas que requieren percepción. No hay  que suavizar la realidad ni pintarla del color que no es, pero hay que confiar en el potencial de las personas.

Los directivos ante la presión tienen que actuar como diques de contención, tienen que mantenerla en la justa medida para que sea estimulante pero no paralizante, les pagan por ello, por saber que momento es crítico y por estimular el talento de sus equipo para superarlo; las amenazas a la gente no es una solución, es el principio del fin.

Hugo Mora García

 

Hugo García Mora

Tiene varios años en el medio automotriz, donde hoy día funge como Gerente General de 2 agencias automotrices en Guadalajara, Jalisco.

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