“Mario el olvidadizo”

img-actitud-093– ¿A quién se le ha ocurrido pedirle a Mario que trajera la pelota para jugar el partido?, ¿es que no saben cómo es? Preguntó Juan cuando vio que aquella tarde se quedarían sin partido por culpa de la mala memoria de Mario.

Desde siempre había tenido muchos problemas para recordar las cosas y nadie le encargaba nada ni le pedía nada, porque sabían que lo olvidaría con mucha facilidad. Era tal su fama de olvidadizo que en el colegio, el maestro, estaba desesperado. Cuando no olvidaba el material en casa, se olvidaba terminar las tareas o que tenía que estudiar para un examen. Los compañeros compartían el bocadillo del recreo, porque lo dejaba sobre la mesa de la cocina todos los días.

En casa sus padres intentaban una y otra vez  recordarle lo que tenía que hacer pero -en cuanto se descuidaban- Mario olvidaba lo que le habían pedido. Cuando tenía 8 años le dijeron que debía ser responsable del orden en su cuarto y de hacer la cama todos los días, sin embargo Mario entraba en su cuarto, se sentaba en la cama deshecha y se pasaba las horas allí sin saber a qué había entrado en su habitación.

Por esta razón su familia, sus conocidos y amigos estaban tan acostumbrados a sus olvidos que no le encargaban nada y ¡hasta preferían hacer las cosas de Mario antes de pedirle a él que las hiciera! Cuando cumplió los  12 años lo llevaron a un prestigioso médico el cual; tras varias visitas, muy muy caras, comunicó a sus padres que padecía de una enfermedad rarísima que sólo afectaba a uno de cada diez millones de niños, llamada “Amnesia distraída”, para la cual no había tratamiento, sólo esperar que al crecer y hacerse mayor desapareciera por sí sola.

Sin embargo, lo que realmente le ocurría no era nada de eso. Mario se acordaba perfectamente de todo lo que le decían y de todo lo que le pedían, y no olvidaba más cosas que las que podía olvidar cualquier otro niño de su edad. Pero cuando era pequeño, se dio cuenta de que cuando se le olvidaba hacer las cosas que le habían pedido sus padres, su maestro o sus amigos  -aunque tenía que soportar que le regañaran o le llamaran la atención una y otra vez-  con el tiempo terminaron haciéndolo ellos mismos y dejaron de llamarle la atención, con lo cual vivía muy a gusto viendo cómo todos los demás hacían las cosas por él, pero poco a poco los demás se fueron olvidando de considerarlo en las actividades que realizaban.

La enfermedad que tenía Mario no era la “Amnesia distraída” sino otra  peor y aún más peligrosa llamada “*sinvergüenza”.

José Miguel de la Rosa Sánchez

*La palabra sinvergüenza se ha utilizado para sustituir a la frase “cara dura”, la cual se refiere a una persona que habla u obra con desfachatez y descaro o con poca vergüenza.

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