Lo que he aprendido

He aprendido que todo aprendizaje es efímero. Al instante siguiente de aprender algo puedes aprender aparentemente lo contrario. Toda experiencia es única e irrepetible, y no sirve a nadie más, ni en ningún otro momento. He aprendido que las conclusiones son excusas para no ir más allá de nuestra concepción habitual del mundo, que es la costumbre que nos acuna y también nos encierra. Las conclusiones son intentos de frenar un aprendizaje que, por definición, es imparable e infinito.

He aprendido que no hay prisa porque ya estoy allí donde voy, ya soy lo que seré y lo que no seré, y ya tengo todo cuanto deseo desde que nací. He aprendido que la experiencia no da sabiduría, sino que la sabiduría es lo que haces con cualquier experiencia, y que si confías en que la experiencia te dará algo por sí misma, sólo tendrás prejuicios.

He aprendido que algunas cosas me han funcionado hasta ahora, pero que puedo hacer siempre que funcionen mejor. He aprendido que algunas cosas no me han funcionado hasta ahora, pero que puedo aprender cómo hacer que funcionen. Dicen que Buda dijo: “La verdad es lo que da resultado”. He aprendido a sentir la verdad en todas partes. Y he aprendido que todo es por algo, y que esa causalidad se puede inventar y es útil, aunque no sea “cierta”.

He aprendido que la sabiduría del universo se expresa con facilidad, y que la dificultad al aprender algo genera un orgullo con el que lo aprendido te esclaviza. Cuanto más esfuerzo ha requerido el aprendizaje, más se tiende a afianzarlo y, por tanto, más se suele identificar uno con ello. Y entonces se guarda como un trofeo disecado y se esgrime con absurdo prestigio, cuando ese aprendizaje ya está obsoleto.

He aprendido que el intento de enseñar al otro le impide aprender, pero que el propio deseo y la propia alegría de aprender todo el tiempo, contagia ese deseo y esa alegría en los otros.

Aprendí algunas cosas básicas, dicen, como que el fuego quema. Pero he aprendido que quizás quema por la costumbre de quemarnos con él, y es la creencia reforzada por esa costumbre la que en verdad nos quema. Porque el fuego puede no quemar, si aprendes a ser el fuego.

He aprendido que uno puede aprender cualquier cosa que se proponga, y digo cualquiera. Y que para seguir aprendiendo es necesario ir desaprendiendo todo cuanto se aprende, y no poseer ideas previas. He aprendido a no saber ya nada, a no saber al fin quién soy, ¡qué alegría! He aprendido que todo aprendizaje es sólo un punto de vista de un aprendizaje colectivo, inabarcable para un ser humano, que sucede a pesar de todos nuestros supuestos aprendizajes.

David Testal

Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *