¿Puede producirse el cambio en un instante?

img-actitud-135 Fragmento del libro: “Despertando al gigante interior”, de Anthony Robbins.

¿Cuáles son los dos cambios que todos desearíamos producir en nuestra vida?

¿No es cierto que todos deseamos cambiar o bien:

1) la forma que tenemos de sentir las cosas, o bien:

2) nuestros comportamientos?

Si una persona ha pasado por una tragedia, ha sido maltratada en la infancia o violada, o ha perdido a una persona querida o le falta autoestima, no cabe la menor duda de que seguirá experimentando dolor hasta que hayan cambiado las sensaciones que vincula consigo misma, con esos acontecimientos o situaciones. Del mismo modo, si una persona come en exceso, bebe, fuma o toma drogas, ejercita una serie de comportamientos que deben cambiar. La única forma de lograrlo consiste en vincular dolor al antiguo comportamiento y placer al nuevo comportamiento.

Dicho así, parece muy sencillo, pero he descubierto que para ser capaces de crear un verdadero cambio (un cambio que dure), necesitamos desarrollar un sistema específico para utilizar cualquier técnica que podamos aprender para crear el cambio, y hay muchas. Cada día ando aprendiendo nuevas habilidades y tecnologías que obtengo de una amplia variedad de ciencias. Sigo utilizando muchas de las técnicas ericksonianas y de programación neurolingüística con las que empecé mi carrera; pero siempre vuelvo a utilizarlas dentro de la estructura de los seis pasos fundamentales que representa la ciencia del NAC. Lo que proporciona el NAC es una sintaxis específica (un orden y secuencia) de formas de utilizar cualquier serie de habilidades para producir cambios a largo plazo.

Uno de los componentes clave de crear un cambio perdurable consiste en cambiar las creencias. Para crear un cambio con rapidez, la primera creencia que debemos tener es que podemos cambiar ahora. La mayoría de las personas de nuestra sociedad vincula inconscientemente mucho dolor con la idea de ser capaces de producir un cambio con rapidez. Por un lado, deseamos cambiar rápidamente, mientras que, por el otro, nuestra programación cultural nos enseña que el cambio rápido puede significar que nunca existió tal problema. Quizá sólo nos estábamos engañando o siendo perezosos. Debemos adoptar la creencia de que podemos cambiar en un momento. Al fin y al cabo, si usted puede crear un problema en un momento, ¡también debería ser capaz de resolverlo con la misma rapidez! Usted y yo sabemos que cuando la gente cambia, lo hace en un momento, ¿verdad? Hay un instante en el que se produce el cambio.

¿Por qué no convertir ese instante en un ahora? Habitualmente, lo que a la gente le cuesta cierto tiempo es el prepararse para el cambio. Quizás haya escuchado el siguiente chiste:

¿Cuántos psiquiatras se necesitan para cambiar una bombilla? Sólo uno…, pero resulta muy caro, se tarda mucho tiempo, y la bombilla tiene que querer ser cambiada.

¡Tonterías! Usted y yo tenemos que preparamos para el cambio. Tenemos que convertirnos en nuestros propios asesores y dominar nuestras propias vidas.

La segunda creencia que usted y yo debemos tener es que, si vamos a crear un cambio perdurable, quiere decir que nosotros somos responsables, y nadie más, de nuestro propio cambio. De hecho, hay tres creencias específicas acerca de la responsabilidad que debemos tener para crear un cambio perdurable:

1) Primero, tenemos que creer: “Algo tiene que cambiar”. No que “debería”, o que “podría” cambiar, sino que tiene que cambiar absolutamente. A menudo, oigo decir a la gente: “Debería perder peso”, “La vacilación es una mala costumbre”, “Mis relaciones deberían ser mejores”. Pero usted sabe muy bien que podemos cargarnos con todos los “debería” del mundo sin haber cambiado nada en nuestra vida. El proceso de hacer realmente lo necesario para cambiar la calidad de nuestra vida sólo se inicia con un imperativo “tengo que”.

2) Segundo, no sólo tenemos que creer que las cosas tienen que cambiar, sino que tenemos que creer: “Tengo que cambiarlo”. Tenemos que vernos como la fuente del cambio. En caso contrario, siempre andaremos buscando a alguien que efectúe el cambio por nosotros, y siempre encontraremos a alguien a quien echarle la culpa si no funciona. Tenemos que ser la fuente de nuestro propio cambio para que éste sea perdurable.

3) Tercero, tenemos que creer: “Puedo cambiarlo”. Sin creerlo así, resulta imposible cambiar, tal y como hemos visto en el capítulo anterior; en tal caso, no tenemos la menor posibilidad de llevar adelante nuestros deseos.

Sin esas tres creencias esenciales, le puedo asegurar que cualquier cambio corre el riesgo de ser sólo temporal. Le ruego que no me interprete mal: siempre es inteligente disponer de un buen entrenador (un experto, un terapeuta, un consejero, alguien que ya haya producido los resultados apetecidos en otras muchas personas), para ayudarle a dar los pasos adecuados para conquistar su fobia o dejar de fumar o perder peso. Pero, en último término, tiene usted que ser la fuente de su propio cambio.

La conversación que mantuve con el fumador reincidente aquel día me impulsó a plantearme nuevas preguntas acerca de las fuentes del cambio. ¿Por qué había sido tan efectivo a lo largo de los años? ¿Qué me había distinguido de todos los demás que trataron de ayudar a esas mismas personas, con iguales intenciones que las mías, pero que fueron incapaces de producir el resultado? Y cuando intentaba crear un cambio en alguien y fracasaba, ¿qué había ocurrido? ¿Qué me había impedido producir el cambio en esta persona a la que me había comprometido a ayudar a lograrlo?

Luego, empecé a hacerme ya preguntas más amplias, como: “ ¿Qué es lo que produce realmente el cambio en cualquier clase de terapia?” Todas las terapias funcionan algunas veces, y fracasan otras. También empecé a darme cuenta de otras dos cosas interesantes: algunas personas acudían a terapeutas que no me parecían particularmente hábiles, y se las arreglaban para lograr el cambio deseado en un período de tiempo bastante corto, a pesar del terapeuta. También observé que otras acudían a terapeutas a los que consideraban excelentes profesionales, y que sin embargo no lograban ayudarles a producir los resultados que deseaban a corto plazo.

Tras unos pocos años de haber sido testigo de miles de transformaciones, y de haber buscado el denominador común, finalmente se me ocurrió: podemos analizar nuestros problemas durante años, pero nada cambia a menos que cambiemos las sensaciones que vinculamos con una experiencia en nuestro sistema nervioso, y poseemos la capacidad para hacerlo con rapidez y de forma poderosa si comprendemos el poder de su cerebro.

¡Todos nosotros nacemos con un don magnífico! He aprendido que nuestros cerebros pueden ayudarnos a conseguir prácticamente cualquier cosa que deseemos. Su capacidad es casi, inconcebible. La mayoría de nosotros sabe poco acerca de cómo funciona, por lo que vamos a enfocar brevemente la atención sobre este vehículo de poder sin parangón, y sobre cómo podemos condicionarlo para producir de forma consistente los resultados que deseamos en nuestras vidas.

Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *